La fraternidad del cuervo
"Los cuervos aprenden de la muerte", reza un inquietante titular publicado en la prensa de esta semana. Los cuervos aprenden de la muerte -El País-
¿Es o no un bello funeral por la vida?
Ante la duda, yo defiendo que lo de los cuervos es poesía.
Si no fuera porque aparece en la sección de etología y porque, al parecer, resume un exhaustivo estudio científico, diría que es poesía.
Resulta que los cuervos extraen lecciones de la muerte de sus semejantes. Se unen en torno al individuo caído, aún caliente, lo rodean y graznan juntos. Aparentemente, un gran réquiem fraternal. Pero no se trata de un ritual funerario. No es al compañero muerto al que honran con su canto, sino a la supervivencia de su propia especie (como si la "especie" fuera un único individuo, universal y eterno... como si la parte adquiriera una preclara y repentina conciencia del todo... Perpetuar el molde, ese antojo evolutivo).
Es su vida y la de sus compatriotas las que los cuervos tratan de proteger con esta ceremonia. Ellos cantan y la letra dice así:
"Uno de los nuestros ha caído.
Aquí y ahora.
Precaución.
El ahora se disipará pronto, pero no el aquí.
El aquí permanecerá, llevando en sus entrañas la amenaza secreta e invisible de la muerte.
Aquí no significará más bajo este roble, tras estas rocas.
Aquí, a partir de ahora, significará peligro. Cuervo muerto.
Por eso, compañeros, graznemos juntos para que incluso el cuervo más distante escuche y venga.
Venga y vea.
Vea y grazne.
Y luego levantemos el vuelo y alejémonos de este lugar para no regresar nunca más".
¿Es o no un bello funeral por la vida?
Ante la duda, yo defiendo que lo de los cuervos es poesía.
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