AdiosMadrid

SAAB, YOIGO, LOTUS, IKEA, MEDIAMARKT, AMSTEL.... Al atardecer, la salida de Madrid escupe, uno tras otro, letreros luminosos que tratan de detener la huida del fugitivo ofreciéndole, sin ningún pudor, todo tipo de apetecibles placeres.

Pero no me dejo tentar e insisto, ¡adiós, Madrid! Y sigo avanzando, y voy dejando todo atrás -"las caras, las luces, las puertas, los cruces", como dirían los segregados Facto Delafé y las Flores Azules*-, para adentrarme en el paisaje suave que dibuja, en contraste con el cielo pálidamente iluminado, el sobrio paisaje de Castilla. Y le pido a este cacharro que corra, que se dé prisa, que devore los kilómetros como un elegante guepardo keniata, porque deseo impregnarme cuanto antes de esa sensación de ternura, de seguridad, que aún me invade cada vez que, al fondo, advierto la silueta, imponente y dorada, de ese icono de piedras centenarias, tantas veces acariciadas, tan dulcemente conocidas.

¡Adiosmadrid!, dice mi abuela -así, todo junto, sin la pausa que precede normalmente al apelativo-, cuando algo se cae o se rompe, una especie de "momento catarsis". ¡Adiosmadrid!, si se te cae la bandeja donde le llevas la merienda, ¡Adiosmadrid!, si alguna vecina torpe tiene una accidentada caída por las escaleras del portal.

Yo, de momento, me quedo con la primera acepción, porque abandonar de cuando en cuando las tripas de esta ciudad feroz, que nos mantiene presos -pero alimentados y entretenidos- en su interior, como Geppeto lo estaba en el interior de la ballena, es un ejercicio de salud y de cordura.


¡Adios, Madrid! Hasta... la semana que viene :)




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