Música Insólita: Crónica del Festival de Instrumentos e Intérpretes Insólitos

El sábado entré en el teatro, lo confieso, con una actitud cercana al escepticismo y, sin embargo, salí con el brillo en los ojos de quien acaba de desempolvar, de rescatar a golpe de ooohhhs y de aaaahhhs, un ya casi olvidado sentimiento de sorpresa, que huele a chucherías, a tiza de colegio y a vela de cumpleaños de un sólo dígito con la que celebramos esa edad en la que el ser humano aún es capaz de ilusionarse.
 
Comentaba con un amigo a la salida del concierto que a estos dos checos insólitos les sentaba mejor la M de magos que la de músicos. Sólo tenéis que echar un vistazo a la foto de Alexander Zoltan, el tocador de copas, el genio del arpa de cristal, para entender a lo que me refiero. Como un prestidigitador tras su mesa de operaciones, Alexander movía las manos mojadas en una asombrosa coreografía, al mismo tiempo que hacía brotar del delicado cristal de unas copas dispuestas en hilera, melodías de agua (Moldavia, de Smetana -mi favorita- o la BSO de Titanic), cielo (Ave María de Gounod) y tierra (The Unforgiven, de Metallica o What a Wonderful World de Sinatra) . Aún sigo preguntándome dónde tenía escondida la varita mágica.
                       (Fotografía cortesía de Alberto Urraya)

Tratándose de magos y no sólo de músicos, no es de extrañar que abundaran los pares de ojos muy muy muy abiertos (tanto como sólo son capaces de abrirlos los niños) y de piercenitas inquietas colgando de los asientos. Y es que el espectáculo, de alguna manera, estaba muy cercano al juego, algo de lo que esos locos bajitos saben infinitamente más que nosotros.
Y para demostrarle a todo el público infantil que algunos mayores también saben jugar -jugar a convertir unas cosas en otras... una castaña en una pelota de futbol, o una bici en un bólido de carreras-, ahí estaba el serruchista Peter Dopita, que jugó al "más dificil todavía" convirtiendo el movimiento ondulante de un trozo de metal dentado en el batir de las alas de una mariposa. De una mariposa cantarina que silbaba con la misma precisión milimétrica desde los legattos más delicados del Ave María de Shubert, hasta el sugerente Summer Times de Gershwin, un arrullo con el que mecer a los bebés de familia-bien que se empeñan en no dormir la siesta en las calurosas tardes de verano:
"Summer time
And the livin is easy
Fish are jumpin
And the cotton is high.

Your daddy's rich
And your mamma's good lookin'
So hush little baby
Don't you cry".
 
Para disfrutar de la música de Alexander Zoltan y Petr Dopita no se necesita afortunadamente, como en Summer Times, tener un papá rico ni una mamá espectacular. Tan sólo se requiere algo tan sencillo como estar abierto al juego, como tener la osadía de dejarse sorprender, como creer en la magia... como los niños.
 
 

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