La materia interrumpida

El ser humano es materia, un tipo de materia que alberga -y que es capaz de transmitir- inteligencia, talento, energía y afecto. Podría parecer que, de entre todos estos sustantivos, la materia es precisamente el más prescindible, el menos único, el más mediocre. Pero lo cierto es que si esa materia perece, todo lo que cobijaba, todo lo que potencialmente era capaz de engendrar, de crear, de compartir, se pierde con ella para siempre. Aquí os cuento tres ejemplos, tres historias de materias interrumpidas.
La materia que envolvía el talento de la compositora Lili Boulanger fue fugaz y frágil. Lili nació y creció en ese Paris bullicioso e eiffeliano de principios de siglo, y pasó, directamente, de las muñecas al piano y al papel pautado, y de ahí a la habitación de hospital donde falleció, con tan solo 25 años de edad, a causa de una enfermedad crónica. Pero durante ese corto paseo por la vida, a Lili le dio tiempo a componer multitud de obras de una belleza asombrosa, e incluso a ganar el prestigioso “Prix de Rome” (galardón que habían obtenido compositores tan consagrados como Berlioz o Bizet, y que fue la primera mujer en conseguir). Pero si hay algo aún más extraordinario en esta pequeña-gran mujer que la intensidad con la que se consagró a la vida, fue la manera que eligió para despedirse de ella. Lili dedicó sus últimos días a componer una obra titulada, valientemente y sin ambages, “Antes de Morir”, en la que, en un tono totalmente alejado del drama, de la angustia o de la desesperación que podría hacer presagiar el título, parece decirnos “fue bonito, compañeros, esto de la vida, pero… me tengo que ir”. Y, en mi opinión, lo que hace que esta obra de apenas 4 minutos resulte tan estremecedoramente bella es precisamente eso,  su emocionada serenidad.

Antonio José Martínez Palacios (más conocido como Antonio José) también fue una estrella fugaz. Aunque en su caso no fue la enfermedad quien acabó con su materia, sino los designios inescrutables de la historia, que le hicieron nacer en una ciudad hostil a las ideas republicanas con las que, sin embargo, él simpatizaba. Tampoco los nuevos horizontes musicales del compositor -alucinantemente moderna resulta para su tiempo, por ejemplo, su “Elegía” para voz y órgano-, eran bien recibidos ni comprendidos en una sociedad asfixiante y anclada en la tradición, pese a que las raíces de sus obras se hundían en los elementos del folclore popular de su tierra, que estudió y dignificó. Antonio José amó el progresismo y la música en tiempos revueltos, lo que le valió, primero, varios meses de estancia en el penal de Burgos, luego, un fusilamiento cobarde, y por último, lo más cruel: el olvido. Georges Bizet, de quien Antonio José fue alumno durante sus temporadas de estudio en París, dijo de él que sería el más grande músico español del s. XX. Nunca llegaremos a saber si estaba o no en lo cierto.

Aquí, un reciente programa de RTVE donde se repasa su vida y obra: http://www.rtve.es/m/alacarta/audios/en-otros-lugares/otros-lugares-03-02-13/1681678/?media=rne

                                                  

PD. Antonio José murió el 9 de octubre de 1936 con sólo 33 años. Estaba escribiendo una ópera -“El mozo de mulas”- sobre un texto del Quijote. Escribía en tinta roja.

A Jacqueline Du Près y al sonido de su cello los interrumpió la esclerosis. Jacqueline, la niña prodigio, la bella mujer de vida apasionada, la esposa turbulenta -infiel unas veces, engañada otras- de Daniel Barenboim, no pudo con una enfermedad que iba, poco a poco, con angustiosa lentitud, anestesiando su cuerpo lleno de música y de vida. Dicen que este concierto para violonchelo de Elgar -que, en esta versión interpreta, además, dirigida por su marido-, era “su concierto”:



La materia de Jaqueline se paralizó del todo en el otoño de 1987. Tenía apenas 40 años y llevaba desde los 28 sin poder tocar el chelo.



Dicen los físicos, hablando de la materia en sentido propio, que ésta ni se crea ni se destruye, sólo se transforma... Qué bonito si, en historias como éstas, la célebre máxima fuera verdad.

Comentarios

  1. Cojonudo, Violeta. Deberías iniciar una serie con esta idea. Podrías ampliarla a todo tipo de artistas y a personas con una vida aparentemente sin creatividad. La materia condiciona los más pequeños actos o ideales y la desaparición de la misma hace que se pierdan revoluciones, sinfonías, cuadros, canciones y anónimas nimiedades que son la base de nuestra existencia.

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    1. Gracias, S. Me gusta tu propuesta (intentaré llevarla a la práctica) de incluir en este grupo a los "autores" de, como tú las llamas, nimiedades anónimas, y, desde luego, coincido contigo en su importancia.

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  2. Precioso post y muy sugerente pues nos abres las puertas a gente maravillosa cuya materia, sin duda, se transformó pero cuyo trabajo, gracias a dios, podemos admirar y deleitar porque la música, la buena música no es materia y, por eso mismo, no se transforma sino que permanece.... eterna, como el sentimiento.

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    1. Yo también creo que en general el arte (la música, pero también la literatura, la arquitectura, etc.) tiene esa dimensión eterna que comentas. Por eso, aunque el artista no pueda (porque es un animalillo de la naturaleza al fin y al cabo) ser eterno, sí lo es la huella que deja tras él. Mil gracias por leer y por comentar, amiguito mío.

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  3. Violeta, enhorabuena por el cariz histórico de tu blog. Es cultura de la buena y muchos lectores lo agredecerán con entusiasmo y esperarán más.Afortunadamente la historia está llena de materias interrumpidas como joyas escondidas en la arena del tiempo.
    Enhorabuena de nuevo y gracias como lector.
    Javier Pulgar

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    1. Muchísimas gracias a ti, Javier, por tomarte la molestia de leerlo. Como sé de tu condición de melómano, me hace especial ilusión que te haya gustado. Intentaré seguir desenterrando (en sentido figurado, claro) materias interrumpidas. ¡Gracias de nuevo!

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  4. Me gustó. Irene Sotos Erce

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  5. Muchas gracias, Irene. Por pasarte por aquí y por comentar.

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